Antes de comenzar quería recordarles que el libro que vamos a leer en agosto es El coso del rock
de Alejo Auslender, publicado por Gourmet Musical. Es una crónica, una especie de diario íntimo, del integrante de una banda under. Además de música seguramente podamos hablar sobre el camino del héroe, de Joseph Campbell. Ya veremos, cuando llegue el momento. Ahora vamos a lo nuestro.
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Me senté a escribir este mail rodeado de varios libros: las Cartas a Louise Colet de Gustave Flaubert, una edición del Bhagavad-Gita y los cuatro tomos del Tratado general de ajedrez de Roberto G. Grau. Pero cuando me puse a escribir el mail me levanté y fui a buscar uno más: Las mil y una noches.
En marzo del año pasado, cuando leímos a Cheever, conté en este mail (que, ay, tiene una falta de ortografía garrafal) una anécdota de cuando estaba leyendo Las mil y una noches, la traducción de Mardrus. Pensé que había contado que, junto a Moby Dick, es uno de mis libros preferidos, pero me parece que no lo hice. Además de la de Mardrus, que es la única que leí, tengo un estante de la biblioteca con otras ediciones, de distintos traductores. Todavía no las leí. No me apura nadie. Siempre es lindo saber que están ahí, esperándome.
Me estoy yendo por las ramas.
De lo que quería hablar era de Scheherezada. De la fascinación que siempre me produjo la cantidad de historias que podían vivir en su cabeza -ya sé que es un personaje de ficción y que más que un personaje, es un recurso literario-. De cómo casi no sabemos nada de ella, solo que tuvo esta ingeniosa idea de entretener al sultán cada noche, contando una historia y dejándola inconclusa al alba, para así poder seguir viviendo un día más. De cómo, sin que se nos cuente casi nada sobre su vida, a lo largo de las mil y una noches sentimos que la conocemos.
Me sigo yendo por las ramas.
Lo que quería decir es que al leer los tres libros de Stefan Zweig, uno detrás de otro, sentí un poco como si él también fuera una especie de Scheherezada. Que con cada una de las historias, tan distintas entre sí, sentía que lo conocía un poco más. Y que quizás mientras contaba esas historias estaba salvando su vida. Hasta que ya no pudo.
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Dije que tenía varios libros sobre la mesa. Voy a hablar únicamente sobre el de Flaubert, dejo el resto para los otros mails.
Estuve buscando en mi biblioteca alguna novela epistolar, para poder relacionarla con Carta de una desconocida, pero al final me decidí por cartas reales: las de Gustave Flaubert con Louise Colet, su amante. Solo tenemos las cartas que escribió Flaubert, las que escribió Colet fueron quemadas -pudorosamente- por la sobrina del escritor.
En realidad no tengo muy en claro cómo relacionarlo con el libro de Zweig. Ni este libro, ni los otros que agarré. A veces lo hago un poco a ciegas, guiado más por una sensación que por una certeza. Pero como tengo que seguir escribiendo este mail, veré si puedo bajar esa sensación a algo más concreto. Una lista, tal vez:
-En una carta donde hay deseo, conocemos más del que desea que del ser deseado.
-Lo que es válido para las estrellas, que la luz que vemos es de un hecho que ya no existe más, también lo es para las cartas que sostenemos en nuestras manos.
-Una voz a veces es suficiente.
-Ninguna palabra es igual a la otra, incluso las que son iguales.
-Las cartas son máquinas del tiempo.
-No somos los mismos al terminar una carta. Ni al leerla, ni al escribirla.
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Se me ocurrió que podíamos repetir un experimento que habíamos hecho el año pasado, pero esta vez un poco distinto. Les propongo, a quienes tengan ganas, que se escriban una carta a ustedes mismos, contándose un hecho que les haya sucedido en la infancia. Cuéntenselo como si no se lo estuvieran enviando a ustedes. Porque de alguna forma va a ser así. No se la manden a su mail, mándenla acá: club+experimento@carbonolibros.com.ar
Yo voy programar el mail para que les llegue de vuelta dentro de varios meses. No les voy a decir la fecha exacta, para que sea sorpresa. Será entre seis y doce meses. A algunas personas será más, a otras menos. Como si fuera una carta que se perdió en el camino y tardó en llegar.
Para que todo funcione tienen que mandarla a ese mail (club+experimento@carbonolibros.com.ar) y poner en el asunto exactamente lo siguiente: Carta a mi yo desconocido.
Si lo hicieron bien van a recibir una respuesta automática, avisándoles que ya está programado. Si no reciben esa respuesta búsquenla en la carpeta de correo no deseado o en “promociones”. Si no está ahí, revisen si pusieron bien la dirección de mail y el asunto.
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Por último, recuerden que siempre pueden consultar las próximas lecturas en nuestra web. Ya figuran hasta octubre y en breve agregaré alguna más.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover