Primera semana de la lectura de La tiranía de las moscas de Elaine Vilar Madruga. Como en los últimos meses se estuvo sumando mucha gente -qué alegría- quería repasar algunas cosas de cómo funciona nuestro club de lectura:
-La dinámica del club es por mail.
-En nuestra web pueden encontrar la lista de todos los libros que leímos (con los links a sus respectivos mails) como así también las próximas lecturas.
-Tenemos un grupo de facebook donde pueden compartir sus comentarios de las lecturas.
-Ahí pueden preguntar por un grupo de Whatsapp que armaron algunos lectores y lectoras donde están charlando un poco de todo y donde a veces coordinan para juntarse (amo esas iniciativas).
-Desde el club no vendemos los libros, para conseguirlos pueden preguntar en su librería amiga.
Bueno, ahora así. Vamos a lo nuestro. Para este primer mail se me ocurrió que podía recopilar algunas entrevistas. Voy a poner los links, así pueden leerlas enteras, pero me pareció interesante seleccionar algunas preguntas de cada una, parar armar una especie de recorrido por distintos temas.
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Para empezar, esta entrevista de Habana Radio hecha un mes antes de que el libro saliera en España, donde resume muy brevemente de qué va:
Durante casi un año he trabajado con Barrett y con Cristina Morales en un proceso hermosísimo de escritura, reescritura, de volver a las páginas y entender a mis personajes (a mis moscas) desde nuevos ángulos. Ahora que ya esas moscas están a punto de volar en busca de sus lectores, pues claro que hay emoción y nerviosismo. En esencia, la novela cuenta la historia de Casandra, Caleb y Calia, tres niños “especiales”, dentro de una sociedad y una familia que se desmoronan. Son niños que, individualmente, luchan contra las tiranías del deber filial y contra la muerte en sus múltiples disfraces. Es también la historia de las luchas entre generaciones y de la obtención del poder. De ese poder que mancha todo, y que es la antípoda de la palabra libertad.
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Un poco más sobre qué es la novela y cómo se construyó.
Se construyó en base a un juego, a un juego muy serio. Se habla en La tiranía de las moscas de la libertad, se habla de la represión, se habla de las estructuras familiares y estatales caducas, se habla del poder la infancia y se habla también del poder de la adultez. A veces dos poderes que están en contraposición. Intenté contar eso de la manera más lúdica posible, quizás no acribillar a los lectores con ideas, sino con provocaciones. Creo que la provocación en la escritura es muy útil, ayuda mucho a los lectores a acercarse a lo que uno quiere transmitir.
Al final La tiranía de las moscas es un juego zumbante. Es una novela para zumbar junto con ella, para sentirnos un poquito moscas y volar por encima de los secretos de las cosas no dichas de las familias, de las cosas no dichas de un país, de un estado, porque esas cosas no dichas son las cosas que nos pudren por dentro, y hay que contarlas. Hay que darle voz a las cosas no dichas, para poder florecer y para poder vivir.
(Pueden escuchar la entrevista completa realizada por Julieta Habif y Enzo Maqueira para su programa de radio Narraciones Extraordinarias, acá).
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Sobre las palabras y el poder.
-Uno de los grandes personajes de la novela, junto a las moscas, es el padre-tirano, alguien que «tenía siempre las palabras precisas en la boca e intentó que esas palabras no se le escaparan, que sobrevivieran como el mejor testigo del éxito de su trabajo si alguna vez las medallas le fallaban o enmudecían». Al final, ¿Toda contienda es, en el fondo, una batalla por el control de las palabras?
-Toda contienda es una batalla por el poder, y las palabras tienen un poder tremendo. Eso que dicen de que las palabras se las lleva el viento, de que las palabras no tienen ningún peso en la historia es completamente falso. Todo está compuesto por ellas, y la Historia sólo es capaz de contarse con una serie de palabras unidas coherentemente, por mucho que luego sean pronunciadas por los vencedores. O sea, si hay algo importante en el mundo es, precisamente, el modo en que nos llegan las ideas, las palabras ancestrales, las palabras cotidianas. Las palabras son memoria almacenada y luego transmitida de generación en generación.
De algún modo, creo que La tiranía de las moscas representa la lucha de todos esos personajes, que viven en un ámbito cerrado, por querer contar su propia historia. No por gusto es Casandra la narradora principal, la narradora vencedora. De hecho, lo es porque no se mide en lo que piensa, dice lo primero que se le viene a la cabeza, y por eso se constituye como la criatura más liberada de todas.
(Pueden leer el resto de la entrevista de Revista Popper, acá).
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Sobre la mezcla de géneros.
-A medida que la novela avanza, se filtra en la prosa un aliento fantástico y propio de la literatura de terror. ¿Jugar con la mezcla de géneros y lenguajes fue siempre un objetivo de La tiranía de las moscas?
-Sí, fue un ejercicio consciente y un juego oscuro. Lo híbrido —que es impuro y lúbrico, mestizo— está en la médula de mi escritura. La literatura intenta fotografiar el mundo interior de quien lo escribe y el mundo exterior que el creador visualiza. Yo he vivido lo kafkiano, lo absurdo, la distopía utópica, la utopía distópica, y esas vivencias te hacen reinventarte todos los días como escritora, primero desde el lenguaje, desde el discurso, desde la imagen, desde la construcción o la recreación de un espacio, y luego hacia esa hibridez que mencionas y que, yo repito, no nace de la nada, sino del país simbólico y real que cada uno de nosotros habita.
(Pueden leer el resto de la entrevista de eldiario.es, acá).
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Sobre la infancia y la rebeldía.
-¿Hacerse adulto, crecer o madurar, consiste en rebelarse?
-Los niños son eternos rebeldes. Cuando dejamos de ser niños ya empezamos a amoldarnos a esas estructuras férreas que la sociedad, la familia, el Estado o la religión nos imponen. Pero si te fijas, el estado de los niños es salvaje, en el mejor de los sentidos. Sus normas sociales están teñidas por lo que aprenden de nosotros. No propongo una sociedad donde no alfabeticemos a nuestros hijos o donde crezcan como los de El señor de las moscas de William Golding —que también forma parte de la estructura de mi libro—, aislados en una isla y creyendo en su propio mundo de terror donde pueden incluso masacrarse los unos a los otros. No es eso. Pero sí planteo que debemos entender a los niños como esos rebeldes disidentes de las normas que hemos creado. La infancia es como una especie de jardín del Edén donde todavía no tenemos muy claro las normas del bien o del mal y, por lo tanto, la libertad y el conocimiento, todo lo que hacemos es verdadero. Cuando ya cruzamos el terreno de la adultez, sobre todo en la adolescencia, y tratamos de amoldarnos y abandonar ese estado primigenio de pureza nos vamos convirtiendo en tramposos. Tratamos de encajar, aunque de vez en cuando nos acordemos un poco de que fuimos niños y empecemos a cometer actos rebeldes.
(Pueden leer el resto de la entrevista de The Objective, acá).
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En el prólogo Cristina Morales hace referencia a la conferencia Cómo se mata a un niño para hacer un hombre (o una mujer), pronunciada por primera vez por García Calvo el 13 de diciembre de 1988. Les dejo el link.
Nos vemos el domingo en la bandeja de entrada.
Abrazo
Sebastián Lidijover